Vida por vida
Nadie es perfecto, tampoco los santos. Al polaco Maximiliano Kolbe se le ha podido reprochar ideología y propaganda antisemita, como ha hecho, entre otros, el pensador esloveno Slavoj Zizek. La defensa apasionada de la fe católica ha estado siempre muy tentada a combatir el judaísmo; y el padre Kolbe, escritor, publicista, apologeta, además de franciscano misionero, seguramente incurrió en eso y no solo en meterse en el charco de aborrecer el sionismo. Creó en 1927 un monasterio denominado Ciudad de la Inmaculada, cerca de Varsovia, donde entre otras actividades se editaba una revista Caballero de la Inmaculada, que alcanzó una tirada de 700 000 ejemplares. Tras unos años de misionar en China y Japón, de regreso en Polonia, puso en marcha una emisora de radio. Bajo régimen nazi dio refugio en la Ciudad de la Inmaculada a unos dos mil judíos (lo que desde luego no hubiera hecho un antisemita); y eso le valió arresto y más tarde traslado a Auschwitz.
Fue en este campo donde ofreció su vida por la vida de otro. Se había fugado un prisionero y en represalia la jefatura del campo eligió a diez presos para morir de hambre y sed en un búnker. Uno de estos presos dijo: “He perdido a mi mujer y ahora se quedarán huérfanos mis hijos”. Entonces Kolbe dio un paso adelante para ocupar el trágico lugar de ese hombre: “Yo no tengo a nadie. Soy sacerdote católico”. Encerrados sin comida ni agua, al cabo de tres semanas Kolbe y otros tres condenados seguían vivos. Los guardianes del campo les remataron con una inyección letal. A quien le inyectó a él le dijo: “Usted no ha entendido nada de la vida, el odio es inútil, solo el amor crea”. El monasterio-ciudad que fundó se reabrió tras la caída del nazismo. Ahora se lo reconoce como santo; y en 1991 se hizo un film sobre él: Vida por vida.