Queremos que la Unión Europea vuelva a ser protagonista
Es tiempo de nuevas elecciones: Europa renueva su Parlamento. Pero se respiran aires de crisis. La identidad de la Unión está en peligro. No es ya la Europa cívica y social de los derechos y de la solidaridad, sino una Europa dividida y deprimida, casi extraviada. En su futuro próximo deberá afrontar desafíos inéditos y temibles, y ¿cuál será el nuevo papel de Europa en el mundo globalizado? Como ciudadanos de Europa creemos que debe seguir siendo cuna de cultura, patria de democracia, espacio de valores y de derechos humanos. Somos conscientes y celosos de una ciudadanía europea defendida y practicada no en contra sino más allá de las barreras nacionales, étnicas, lingüísticas y religiosas. Nos importan valores comunes y compartidos como la libertad, la justicia, la solidaridad; valores conquistados al precio de largas luchas sociales y de altos ideales éticos.
Como cristianos de Europa, junto con muchas personas de otras creencias y convicciones, creemos en la religión como fuerza de cohesión y no como motivo de división. Europa no ha sido construida por las guerras de religión, y menos aún por el Holocausto, sino por los muchos genios del pensamiento y del arte y por las muchas obras maestras de la literatura y de la arquitectura. ¿Tendríamos hoy una Europa sin Tomás de Aquino o Erasmo? ¿Sin Dante, Cervantes o Shakespeare? ¿Sin Montecassino o Montserrat? ¿Sin las catedrales góticas, las iglesias barrocas y los miles de campanarios de nuestros pueblos y ciudades? El cristianismo europeo parece haberse eclipsado en las últimas décadas. Pero no se han eclipsado ni la sed de espiritualidad ni el ideal ecuménico de una sana laicidad que afirme un reconocimiento recíproco y la autonomía entre poder político y autoridad religiosa, que supere las derivas estériles del antisemitismo y de la islamofobia, que permita un pluralismo efectivo de toda expresión cultural y religiosa.
Como educadores creemos que la educación pública y libre es el primer motor del crecimiento humano y social. Creemos que nuestros sistemas educativos deben valorizar las originalidades culturales propias y las propias autonomías de gestión, pero también creemos que los organismos europeos encargados de las políticas educativas deben hacer valer su misión de orientación para que maduren de forma mucho más decidida los valores compartidos de una ciudadanía europea real y se garantice el ejercicio democrático de una plena libertad de educación. Si la escuela europea ha alcanzado hasta el presente cimas de excelencia en la educación humanística, en la formación crítica, en la investigación científica, en la creatividad artística, quisiéramos que el futuro de los jóvenes no caiga presa de colonialismos culturales fáciles, propiciados, por ejemplo, por una insidiosa globalización del mercado informático, guiado cada vez más por los grandes propietarios de las tecnologías digitales.
Como docentes titulares de Religión creemos en el papel de humanización espiritual y ética de la enseñanza religiosa. Sabemos que de un país a otro de Europa se enseñan y se aprenden las distintas variantes del hecho religioso: la religión católica, la ortodoxa, la protestante, la musulmana, la judía, la hinduista, la budista, etc. Y no solo eso, sino que la ética aconfesional, la educación en valores y las perspectivas no religiosas de la vida forman parte de los planes de estudio de varios países. Nos alegramos de estas valiosas oportunidades, que no siempre se ofrecen en otros contextos no europeos. Queremos una Europa respetuosa del pluralismo cultural, ético y religioso para que los jóvenes, libres de adoctrinamiento pero críticamente informados, sepan encontrar un sentido en la vida y escoger por qué ideal de vida comprometerse.
Como europeos necesitamos, por último, políticos competentes, motivados por aquellos valores que están inscritos en las constituciones nacionales y establecidos en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (en cuanto “carta de los valores de todas las personas europeas”), políticos capaces de volver a despertar el sueño europeo y de hacer que Europa vuelva a ser protagonista de la obra de la paz y del desarrollo de los pueblos.
Como cristianos de Europa, junto con muchas personas de otras creencias y convicciones, creemos en la religión como fuerza de cohesión